Origen de La Pedriza


Cuenta la leyenda que hace muchos años, existía una fuerte rivalidad entre la Pedriza posterior y la anterior. Y de esta manera un buen día se declaró la guerra entre ellas, se armaron los riscos y marcharon a la batalla de las dos Pedrizas. En este primer encuentro también librado por "Los Guerreros", con el apoyo de "Las Torres", llevó la victoria a la Pedriza posterior, que erigió como signo de su victoria la Peña de la Bota. Pasó el tiempo y corrieron mucho las manecillas del reloj, y la Pedriza anterior que tenía cierta amargura por su derrota, fue a la guerra nuevamente, saliendo victoriosa de esta segunda batalla.Su signo de victoria fue colocar un bastión en el término de sus dominios, el cual fue el Yelmo de Mambrino.
Y para que la paz reinara siempre en la zona, se puso una gran piedra en los límites de ambas Pedrizas, que se llamó el Canto del Tolmo, erigiéndose además un guardián de esa paz que se llamó "El Centinela", el cual situado en lo alto del Collado de la Dehesilla, vigila que se cumpla el tratado acordado por las dos Pedrizas.

 

El Cancho de los Muertos

El nombre de esta leyenda proviene de una formación rocosa de La Pedriza cuya forma es muy peculiar. La leyenda cuenta que una banda de salteadores secuestró a una joven señorita de rica y apoderada familia de Madrid. El jefe de este grupo se ausentó temporalmente y los otros dos bandidos decidieron aprovecharse de la joven, pero regresó inesperadamente y les sorprendió, tras lo cual les juzgó inmediatamente y despeñó al primero por este cancho. Pero al intentar precipitar al segundo, éste sujetó la pierna del cabecilla y los dos cayeron al vacío. De esta forma, acabaron los tres despeñados a los pies del cancho rocoso. Según las gentes del lugar, durante un tiempo se pudieron ver los cadáveres de los tres bandidos en una grieta de este lugar.

 

La Cueva de la Mora


El relato de a continuación tiene su escenario también en La Pedriza y recuerda a historias que se repiten a lo largo de la geografía española debido quizás a la larga ocupación musulmana. Existe otra leyenda con este título, recogida por G. A. Bécquer en sus Leyendas, situado en la localidad Navarra de Fitero.
La Cueva de la Mora (de difícil acceso) se halla cerca del refugio Giner, concretamente enfrente de su fachada principal y al este de la Peña Sirio. Parece ser que la hija de un rico árabe quedóse prendada de un joven cristiano. Ante esta situación fue secuestrada y retenida por sus familiares musulmanes en el interior de esta cueva. Pasaron los años y el caballero cristiano no regresó jamás, a pesar de la ansiada espera por parte de la joven, por lo cual, según las creencias de la gente, de cuando en cuando, el alma de la despechada joven se desliza vagando entre las formaciones rocosas y canchales tratando de buscar a su amor perdido.

 

El Cabrero Bautista


El cabrero Bautista Montalvo, del pueblo de Mataelpino, relata una historia de la que es desgraciadamente parte interesada. Según las gentes, poco después de raptar la banda del Isidro al hijo único de doña Braulia del Valle, y devuelto bajo pago de elevado rescate, robaron los bandidos al pastor su magnífica escopeta de caza y algún objeto de valor que llevaba encima. Asimismo le expoliaron un excelente gabán que acababa de estrenar, con el que se guarecía de los fríos y lluvias de la sierra. Esta prenda produjo algunas disensiones en el seno de la banda, y uno de sus componentes llamado Isidro el de Torrelodones, arrebató la prenda en cuestión y mató a su jefe de un trabucazo, que cayó muerto al pie de la cerca de los huertos, cuyas ruinas existen hoy al pie de la Sierra de los Porrones.

 

La Banda de Paco el Sastre


Corría el año 1840 y dominaba en la Pedriza la banda de Paco el Sastre, cuyo verdadero nombre era Francisco de Villena. Paco el Sastre fue un bandolero que compartió fechorías con la banda de Mariano Balseiro y cómplice y amigo de Luis Candelas, del quien fue segundo lugarteniente. Fue detenido el 5 de enero de 1838 e internado en la cárcel del Saladero de Madrid. Allí coincide con su socio Balseiro fugándose ambos un año más tarde. Por aquel entonces el Marqués de Gaviria, intendente del Palacio Real, persona inmensamente rica, tenía dos hijos. Manuel y Paco que estudiaban en las escuelas pías de la calle de Hortaleza, en Madrid.
Era costumbre de su padre que fueran sus hijos los fines de semana a una finca que tenían en Valdemoro. Un buen día, el 27 de abril, fue un falso criado con el coche de caballos de rigor a buscar a sendos mozuelos, invitándoles según ordenes de su padre a la finca familiar. Tras cumplir los requisitos para la salida con el padre prior, partieron engañados. De esta forma fueron secuestrados los dos hijos del intendente, por los que luego se pediría pingüe rescate. Pero ocurrió que el padre prior, salió a despedirlos como era costumbre y se dio cuenta que el carruaje no era el mismo de otras veces y que tomaba una dirección distinta a la acostumbrada. Entonces el prior empezó a darse cuenta de la falsa maniobra, y llamando al padre de los niños se esclareció lo que pasó.
Manolo y Paco fueron llevados por los bandidos a su campamento en La Pedriza, situado ni más ni menos que bajo el popular canto del Tolmo. Se pidió un rescate por los niños, y su padre ofreció una recompensa a quien descubriera a los bandidos. Se hizo una batida organizada por los habitantes de los alrededores, dándose cuenta aquellos de las intenciones, huyendo y adentrándose en La Pedriza, dejado a los niños en el campamento del Tolmo, pues se habían encariñado con ellos y no querían hacerles daño, terminando aquí la historia, que es auténtica y verídica.
Pocos días después de liberados los niños secuestrados, son descubiertos casualmente ambos delincuentes en las proximidades del Rastro de Madrid y detenidos después de una espectacular persecución por las calles de la zona. El 20 de julio de 1839 fue ejecutado a las once y media de la mañana en un patíbulo levantado en La Puerta de Toledo de Madrid, media hora después que su socio Balseiro.
El verdadero amo del Guadarrama en aquellos tiempos fue Pablo Santos, que utilizó La Pedriza como enclave estratégico de refugio, lugar que debía conocer muy bien pues nació muy cerca de este paraje y siendo también el lugar en cuyas proximidades fue asesinado por uno de sus secuaces.


 

Otra

Durante el siglo XIX la Pedriza fue lugar de refugio de Bandoleros. Este hecho ha dado lugar a algunas de leyendas como la que hoy os cuento.
Una joven de Madrid fue raptada por los bandoleros y llevada, en espera del rescate, a su “refugio” en la Pedriza. La espera provocó la disputa, pues entre ellos había quien quería “negociársela” y los que con el dinero y sin problemas de “honor” se sentían más seguros. La cuestión que la disputa dio lugar a una pelea que acabo con la vida de muchos de ellos. La muchacha escapó quedando a su suerte hasta que se topó con un pastor llamado Mierlo. El pastor la condujo hasta Madrid, de vuelta a su casa. La familia, agradecida, quiso que el pastor se quedara a vivir con ellos pero él no quiso vivir un tipo de vida que desconocía. Y volvió a su Pedriza, con sus cabras.
Una decisión que, unos años más tarde, fue desgraciada para él pues otros bandidos le dieron muerte. De ese hecho se cuenta que los bandidos le enterraron dejando unas piedras en forma de cruz.
No fue hasta 1920 que se volvió a hablar de la tumba. Era la época del descubrimiento del senderismo en nuestro país. Un caminante comentó que había vista una cruz de piedra en el collado de Valdehalcones como la que se describía en la historia del pastor Mierlo. Pero su descubrimiento no tuvo mucha repercusión, pues ya la gente había olvidado la historia y Mierlo no era más que una leyenda.
Y tuvieron que pasar otros 80 años para que un cazador de leyendas volviera a Valdehalcones, por cierto, un lugar fuera del tránsito habitual de la Pedriza, y documentara la localización de la tumba.

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